lunes, 29 de febrero de 2016

Spectre (Sam Mendes, 2015)



La saga de James Bond, a lo largo de sus más de 50 años, ha visto de todo, por así decirlo, yendo desde la aventura pulp más desenfadada a los thrillers más serios y oscuros, y no necesariamente cada cinta ha sido estrenada cuando mejor la convenía, como el díptico de Timothy Dalton, uno de los mejores Bond, pero los años finales de la década de los 80 no eran el mejor caldo de cultivo para esos thrillers con un Bond tan oscuro, muchísimo menos lúdico que el interpretado por Sean Connery o Roger Moore.
Tras el intervalo de Pierce Brosnan, unas cintas muy hijas de los años 90, lo cual significa que han envejecido (muy) mal, los productores de la saga decidieron darse un respiro y volver a reenfocar al personaje en un mundo post 11-S, con todo lo que ello implicaría. Además, está la irrupción de las cintas de Jason Bourne, que dieron un nuevo aire al cine de espías, en ese mundo tras el 11-S.  

Y así, en 2006, se estrenó Casino Royale, donde se presentaba a un nuevo actor, Daniel Craig, y a un nuevo Bond, mucho más humano, no tan sofisticado, sino más bien brutote, sin ese toque tan gentleman con el que se asociaba al personaje, y además, nos presentaban una aventura de iniciación, donde Bond aún no tenía el estatus de 00, y además, cuenta con el mejor personaje femenino de toda la saga, Vesper Lynn, un personaje que perseguirá a Bond en todas las cintas interpretadas por Craig.

Tras la traca final que supuso Skyfall, con motivo del 50 aniversario del personaje (y de la anterior Quantum of Solace, cinta de acción muy estimable si se enfoca como un díptico indisoluble con Casino Royale), llegamos a finales de 2015, con el estreno de Spectre, que tras el excelente sabor de boca que dejó Skyfall, y con la promesa de la aparición del archienemigo por definición de Bond, llevaría la serie de películas de Craig como Bond a un nivel superior, a ese cúlmen de lo que bond debería representar. Además, parte de los responsables de Skyfall, como su director, Sam Mendes, están involucrados en la cinta, por lo que todos esperábamos una cinta a la altura de la anterior película de la serie.

Pero no ha sido así.

Y es una pena, porque había material para una gran cinta de espías, pero lo que queda es algo frío, como sin pulir, con escenas de acción sin alma, como metidas con calzador, uno villanos sin carisma y una historia que a veces avanza porque así lo quieren los guionistas.

Y ahí radica el problema, en un guión al que le hacen falta algunas reescrituras para pulir esos defectos. Algo que puede achacarse quizás a las prisas por rodar y tener la cinta lista lo antes posible. Un error muy común en Hollywood, y del que nunca aprenden. y si el guión falla tan estrepitosamente, todo lo demás va detrás como un dominó.

Una decepción muy grande.

domingo, 31 de enero de 2016

El Puente de los Espías (Bridge of Spies, Steven Spielberg, 2015)



Steven Spielberg es, quizás, el mejor director de cine americano de los últimos 40-45 años, en cuanto a que se ha demostrado como un maestro de la narrativa y técnica cinematográfica. Tiene ese "don", ese "punto" para tener a la audiencia agarrada a la butaca de pura emoción, de dejarla con la boca abierta por ese "sense of wonder" (capacidad de maravillar) que muy pocos cineastas tienen, y es un director al que conviene estudiar su dilatada carrera para ver y entender este Bridge of Spies.

Siempre se ha acusado a Spielberg, hasta 1993 con La Lista de Schindler (Schindler´s List) de enfocar su carrera siempre hacia el blockbuster inofensivo, y a veces de ser demasiado ñoño con sus películas, digamos, más serias, lo cual, si uno analiza su carrera, puede ver que no hay nada más lejos de la realidad. puesto que en todos sus títulos hay una base de amargura y tristeza (incluso en sus películas más ligeras) que de ñoño tiene poco, mientras que otras cintas suyas son, directamente, festivales del horror, aunque estén pasados por su filtro de gran espectáculo y "crowd pleaser".

Aún así, desde La Lista de Schindler, su carrera dio una especie de giro en cuanto a temática más adulta, pero siempre con una brillantez en lo formal que hacía ver que estábamos ante un cineasta prodigioso, capaz de realizar maravillas en cualquier género. Es verdad que no todas las cintas pueden ser perfectas, de 10 sobre 10, pero incluso en las menos conseguidas a nivel de guión, siempre tienen algo que merezca la pena a nivel formal. 

Esta temática adulta venía acompañada de un sentimiento pesimista hacia la sociedad, algo claramente influenciado por los atentados del 11-S (Minority Report -2002-, La Guerra de los Mundos y Múnich -amabas de 2005- son pruebas evidentes y directas de ello), como si el niño que lleva dentro (por mucha base amarga que tuvieran sus cintas, éstas eran todo un espectáculo de diversión) no entendiera el mundo del siglo XXI, esa ostia de realidad que supuso el 11-S y sus consecuencias por todo el mundo, y decidiera coger el toro por los cuernos para entenderlo, o al menos, dar su opinión sobre ello, con su habitual maestría tras las cáamaras. Además, Spielberg cuenta con la ventaja de que hace años que hace las películas que le apetecen, sin preocuparse de los resultados en taquilla ni de lo que opinarán los críticos. Si una historia le llama la atención, la rueda. Si no, a otra cosa, y esa libertad es algo que no se paga con dinero, porque permite poner todo el potencial que tiene como cineasta en cada proyecto.

Y así llegamos a 2015 y este El Puente de los Espías (Bridge of Spies), un thriller ambientado en la Guerra Fría, cuando un abogado idealista (por cuento creen en lo que hace, aunque vaya a contracorriente) se ve envuelto en un incidente internacional cuando se ve obligado a defender a un ciudadano acusado de ser un espía ruso en territorio estadounidense, y cuando su defensa va más allá de lo que el Gobierno Estadounidense, su bufete de abogados e incluso su propia familia quieren y desean, tiene que viajar a Berlín Oriental a negociar el intercambio de su espía ruso por un piloto norteamericano derribado sobre territorio soviético y, además, intentar que Alemania Oriental acceda a liberar a un estudiante de doctado estadounidense, que se quedó atrapado en el sector oriental de Berlín cuando se levantó el muro, y que las autoridades de la antigua RDA quieren utilizar como chantaje para obligar al Gobierno Estadounidense para que reconozca a la RDA como soberano a cambio del estudiante.

El personaje del abogado James B. Donovan, interpretado por Tom Hanks, se convierte en el eje principal de la historia, un personaje idealista por cuanto cree en su sistema judicial y cree que tiene que llegar hasta el final, aunque le suponga la incomprensión, cuando no la abierta hostilidad, no sólo de su familia, sino de su jefe y de su Gobierno. Este idealismo, que puedo parecer de una candidez asombrosa, es utilizada por Spielberg para poner de relieve todo el juego de medias verdades e inmoralidades y alegalidades en las que se ve envuelto Donovan por culpa de los Gobiernos implicados en la negociación, que van cada uno por sus objetivos, sin importarles las personas que hay detrás, cosa que es lo que preocupa a Donovan. 

Todo ello con una fina capa de humor, a veces rozando lo absurdo, que viene de los hermanos Coen, co-autores del guión, y que hace que resalten las cosas más triviales, pero a la vez necesarias, sobre aspectos que pudieran ser más importantes (por ejemplo, todo el tema del resfriado de Donovan y su abrigo, todo ello en Berlín).

Además, esa honestidad le granjea la amistad de su defendido, Rudolf Abel, interpretado magistralmente por Mark Ryalance, que hace una demostración de que con pocos gestos no se puede expresar más. Un personaje tímido, que consigue caer bien, pero que sabe de su destino, lo acepta y a la vez es lo suficientemente inteligente como para manipular a Donovan con una sola frase, que hace que Donovan convenz al juez de no condenar a muerte a Abel por si en un futuro es necesario rescatar a un espía estadounidense cogido por los soviéticos.

Spielberg además regala al espectador un final amargo, muy a contracorriente de los "happy endings", con el héroe regresando sólo, sin que nadie conozca su hazaña, y cuando lo hacen, Spielberg nos regala una secuencia que recuerda a la que vio en el tren en Berlín, y el gesto de Donovan lo dice todo, comparando la situación en Europa con la falsa sensación de seguridad que viven en USA.

Una película MUY BUENA.



Los Odiosos Ocho (The Hateful Eight, Quentin Tarantino, 2015)



Quentin Tarantino irrumpió en el mundo del cine hace 23 años, con Reservoir Dogs, un thriller seco, sin concesiones, pero que ponía de manifiesto a un cineasta que ha demostrado tener un estilo propio, donde destacaban el uso de la banda sonora, los diálogos y la violencia, y partiendo de la mezcolanza de referencias a géneros como los seriales y cómics pulp, la blaixplotaiton, el cine grindhouse o el cine de artes marciales como forma de estilo (aunque siempre dando un toque personal, nunca plagiando por plagiar... De ahí el mimo a todos y cada uno de sus personajes) y que ha ido evolucionando hacia algo completamente distinto, pero igual de vivo.

A partir de Inglourious Basterds (Malditos Bastardos, 2009), Tarantino ha ido tomando el camino del revisionismo histórico para ir apuntalando todas sus obsesiones, sobre todo las referentes a las integraciones sociales, y cómo han ido articulando lo que es hoy en día los Estados Unidos, y si bien Django Unchained (Django Desencadenado, 2012) fue un pasito hacia adelante, donde primaba a veces la diversión, con esta The Hatefutl Eight Tarantino ha creado una obra cumbre del cine americano, por intenciones, forma y fondo. ¿Su obra cumbre? En una carrera con obras míticas, como Pulp Fiction (1994), eso es algo subjetivo, aunque para mí sí que lo es.

Y llegamos a 2015 y Tarantino estrena The Hateful Eight, en medio de una gran expectación, pero lamentablemente, la cinta no ha calado hondo en un amplio sector de la crítica y del público, algo que da cierta pena puesto que para un servidor, estamos ante la mejor película americana del 2015.

La gestación de la cinta ya fue problemática, puesto que hubo una reescritua del guión y un anuncio de la cancelación de la preproducción puesto que se filtró el guión original en internet, pero tras unos meses y una reescritura, Tarantino anunció que sería su siguiente cinta, además rodada en 70mm, y que su intención era estrenarla en ese formato.

Tras muchos meses, y ciertos problemas de distribución de la cinta, puesto que la distribuidora americana no encontraba suficientes cienes que la proyectaran como Tarantino lo deseaba antes de su estreno masivo, que era en una versión (Roadshow, con Apertura, Intermedio y algunos minutos más de metraje) puesto que las copias en 70mm son muy caras y difíciles de proyectar, además de que los equipos de proyección son muy antiguos, y luego cierta polémica puesto que Disney forzó a varios cines a proyectar Star Wars. The Force Awakens (Star wars. El Despertar de la Fuerza, J. J. Abrams, 2015) durante, al menos, 4 semanas ininterrumpidas, dejando a The Hateful Eight sin varios cines.

Como bien digo, la semana de Navidad se estrenó la cinta en USA y Canadá y la reacción ha sido tibia, tildándola de innecesariamente larga, aburrida e incluso de un ejercicio de estilo vacío, algo en lo que estoy en completo desacuerdo a nada que analicemos la cinta. Como he comentado más arriba, esta cina supone el cenit de Tarantino como cineasta, es un compendio de todas sus virtudes y la máxima expresión de hacia dónde ha ido su carrera desde 2009 e Inglourious Basterds, cuando quizás se dio cuenta que su forma de afrontar las películas hasta ese momento estaba agotada y no daba más de sí, cuando revisionar géneros y hacerlos suyos se le quedaba pequeño.

The Hateful Eight nos cuenta la historia de cómo ocho personajes se quedan atrapados en una posta por culpa de una tormenta de nieve, y de cómo, poco a poco, las dudas acerca de la verdadera personalidad e intenciones de cada personaje hace que la tensión dentro de la cabaña vaya en un aumento progresivo hasta que estalla con toda su crudeza.

Un argumento sencillo, pero que sin embargo esconde la obra más compleja de Tarantino, que mezcla géneros desde el Euro Western, pasando por el whodunit a lo Agatha Christie, y que homenajea varias películas, como La Cosa (The Thing, John Carpenter, 1982), pero sobre todo es un estudio de las relaciones sociales y raciales que han convertido a Estados Unidos en lo que es hoy. Todo se cimienta en la mentira, pero en una mentira que es tomada por verdad absoluta, en el miedo de los negros hacia los blancos para justificar la violencia, en el un "buenrollismo" mal entendido por parte de los blancos para tolerar a la gente de raza negra.

Al respecto, hay que comentar el papel que juega la carta de Lincoln en la película, y que es el verdadero centro de toda esta tesis. La carta es falsa, pero hasta que no descubrimos (muy veladamente, pero lo sabemos al fin y al cabo) que es falsa, se toma como un dogma de fe que impone respeto a los personajes de raza blanca, y sirve de protección al personaje de raza negra. Cuando ya sabemos que la carta es falsa, y toda la trama se ha desarrollado, vemos que es el nexo de unión entre los dos bandos, teóricamente, irreconciliables, que aún sabiendo que no es verdadera, lo toman como si lo fuera, como un clavo ardiendo sobre el cual cimentar la sociedad estadounidense  contra un enemigo común, en este caso representado Daisy Lamerge, que es la representación del Mal, así, en plan puro. Aunque sea por la pura necesidad de la superviviencia.

Además, la cinta de Tarantino, ya hablando a nivel formal, juega con el formato ultrapanorámico que le ofrecen los 70mm, y nos regala algunas tomas de exteriores realmente preciosas y juega con ese formato dentro de la cabaña, un espacio cerrado, reducido y único, donde se demuestra la valía de Tarantino para la puesta en escena, colocando a los personajes en todo lo ancho que le permite el formato, y jugando con la imagen, como la secuencia en la que Daisy sigue a dos personajes y la cámara va enfocando a unos y a otros en función de las necesidades de la narración (y aquí, Robert Richardson, como Director de Fotografía, merece un aplauso).

Tarantino nos ha regalado una OBRA MAESTRA que requiere de varios visionados para apreciarla en toda su magnitud.

Totalmente IMPRESCINDIBLE.


lunes, 28 de diciembre de 2015

El Renacido (The Revenant, Alejandro González Iñárritu, 2015)



El mexicano Alejandro González Iñárritu es un director que, tras una ópera prima muy buena, Amores Perros (2000), dio el salto a Hollywood con 21 gramos (2003) y junto con este título más Babel (2006) y Biutiful (2010) se convirtió, por así decirlo, en el portavoz oficial del cine que muestra el dolor existencial e interno de los personajes, hasta un extremo, a veces, difícilmente creíble. Sus cintas se sostenían, sobre todo, por unas actuaciones bastante buenas de sus (por otro lado, excelentes) actores, que además se prestaban  a sus filmes porque esos papeles suelen ser carne de premios.

Y tras Biutiful (2010), pareció que su estilo y temáticas llegaba a su final, más que nada por propio agotamiento. Pero Iñárritu es un tipo listo, y fue consciente de esta situación, por lo que dio un giro a su carrera con Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014), una comedia que, en el fondo, no era más que una enorme y salvaje adulación a la profesión de actor, pero que que le supuso a nivel personal, entre otros premios, 3 Oscar a la Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión Original, más otro Oscar a la Mejor Fotografía para su compatriota Emmanuel Lubezki (que venía de ganar su primer Oscar el año anterior por Gravity), que se sacó de la manga uno de los experimentos formales más fascinantes de los últimos años: la película estaba rodada como si fuera un plano secuencia, falso, por supuesto, pero estaba fotografíado y rodado como Dios, y ese fue otro acierto de Iñárritu: apoyarse en su compatriota para dar empaque visual a su historia.

Y en estas llegamos a finales de este 2015 e Iñárritu nos presenta The Revenant (o El Renacido, como se conocerá en España cuando se estrene el próximo Febrero de 2016), una adaptación de la novela homónima de Michael Punke, que narra la historia de Hugh Glass, un trampero  a principios del siglo XIX por la zona de Yellowstone, que tras sobrevivir al ataque de un oso grizzly, es abandonado en el bosque por sus compañeros y al sobrevivir, emprende su regreso para vengarse de quienes le abandonaron.

Cine de aventuras puro y duro. Y encima en un marco geográfico increíble.

E Iñárritu no decepciona. Pero teniendo presente algunas matizaciones.

Porque lo que representa este The Revenant, a nivel formal, es un trabajo espléndido. La fotografía de Lubezki es maravillosa, por composiciones y dificultad técnica a la hora de trabajar con la luz natural y poder recrear las secuencias, algunas planos-secuencias, y otras planos muy largos con multitud de acción. Este trabajo supone la antítesis de Gravity, por ejemplo, donde casi todo era CGI (y no por eso deja de ser una fotografía espectacular, ojo), y algo que en el Hollywood mainstream no he visto en muchos años: si no está toda la cinta rodada con luz natural, entonces, el trabajo de Lubezki es aún más grande. Toda la película es, a nivel visual, de una belleza apabullante. citar alguna secuencia como ejemplo me parece una tontería, porque no sabría cual poner y cual dejar como ejemplos. 

Iñárritu opta por un tono marcadamente físico y crudo a la hora de narrar la historia. El nivel de violencia es muy alto, y muy explícita. Igual es algo buscado a propósito, pero la belleza de las imágenes choca (y mucho) con la crudeza del relato. Es más, lo basa todo en un realismo extremo, y a la vez, juega con un lirismo que no hace más que chocar aún más con la crudeza de la historia, con una subtrama sobre el pasado del personaje de Glass. La odisea de este personaje, que lo vacía aún más, es épica de verdad, no sólo por el trasfondo de la historia, sino que el marco geográfico también influye y ayuda a ese sentimiento y sensación de algo bigger than life, de algo que merece ser visto en la pantalla grande.

DiCaprio hace un tour de force en esta película absolutamente bestial. Lo basa todo en lo físico, y se nota que cree en la historia y en su personaje. Lo da todo, consciente de que, si bien no es su última oportunidad para conseguir el premio, es un papel, que sin ser del gusto completamente de la Academia (poco diálogo), sí que tiene muchas más posibilidades que, por ejemplo, con su maravillosa interpretación de Jordan Belfort en El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, Martin Scorsese, 2013) o la que llevó a cabo con el personaje de Calvin Candie (espectacular cómo abordó ese personaje) en Django Desencadenado (Django Unchained, Quentin Tarantino, 2012). Su Glass en The Revenant es un ser vacío, tanto por traumas anteriores a las aventuras que le ocurren en la película como por lo que le ocurre durante la historia. Se comporta como un espíritu que vuelve del más allá, y hasta que no consiga su venganza no se detendrá ante nada ni ante nadie.
El antagonista de Glass s el personaje de Fitzgerald, interpretado por Tom Hardy de manera muy, muy convincente, y eso a pesar que su personaje no es el más agraciado en cuanto a guión, ya que está definido con dos pinceladas no muy sutiles, pero Hardy también se lanza al vacío y aborda su interpretación desde el lado físico. Quizás se Fitzgerald uno de los eslabones más flojos de la cinta, por cuanto parece ser que su único objetivo a nivel narrativo no es más que ser el enemigo a batir, pero como digo, la interpretación de Hardy hace que nos olvidemos de esos aspectos y disfrutemos de su trabajo.

Como he comentado antes, visualmente, en cuanto a fotografía, planificación y dirección, la cinta es magnífica. Un paso adelante, donde la integración de los efectos visuales ha dado un paso de gigante para la realización de secuencias impactantes, como el ataque del oso a Glass, la batalla de la primera secuencia o el salto por el desfiladero de Glass con el caballo, que han permitido una fluidez en la narración sencillamente epatante, que deja al espectador con la boca abierta. En este punto, Iñárritu, Lubezki y Jack Fisk (Diseñador de Producción).

La música de Ryuichi Sakamoto es completamente atmosférica, no narrativa, en un claro ejemplo de que Iñárritu es muy posible que haya tenido a Malick en la cabeza a la hora de abordar esta película, aunque sin llegar a los extremos narrativos de éste último.

The Revenant es una películas de aventuras y de búsqueda de venganza. Sí, su texto es sencillo, pero no simple, y su acabado formal es insuperable.

Una aventura visceral. 

Una muy buena película.


martes, 22 de diciembre de 2015

Sicario (Denis Villenueve, 2015)



El canadiense Denis Villeneuve lleva desde el inicio de su carrera sorprendiendo por su gran maestría a la hora de "saber mover la cámara", es decir, a la hora no sólo de dirigir a los actores, de los que es capaz de sacar matices y más matices, sino también una formidable capacidad para la narrativa audiovisual, con un sabio uso del montaje y la planificación. Es, quizás, lo mejor que ha dado el cine norteamericano desde M. Night Shyamalan, en cuanto a dominio de lo formal.

Y con este Sicario ha vuelto a demostrar que es un grandísimo director, capaz de sacar oro de historias "más sencillas", ya que esta cinta es, en el fondo, un thriller (estupendísimo, entretenidísmo y rodado y fotografíado como Dios) de venganza, pero en el que vamos descubriendo junto a su personaje protagonista (la agente Kate Mercer) toda la inmoralidad, la alegalidad y la ilegalidad en la lucha contra los cárteles de la droga por parte de las agencias estadounidenses.

Y Villeneuve lo hace con un envoltorio de lujo, con un acabado formal impecable. El trabajo con Roger Deakins está dando unas colaboraciones espectaculares (Prisoners y este Sicario son buena prueba de ello) y todo ello con un trabajo de planificación memorable (citas al respecto, por ejemplo, toda la secuencia de Ciudad Júarez, que es de levantarse y aplaudir, por lo maravillosa que es a la hora de ir creando una tensión creciente. Sabes que algo va a pasar, y Villeneuve lo consigue gracias a la planificación y al montaje.

El "punto flaco" de la película está en su guión, no porque sea malo, sino porque es sencillo, y comparado con el trabajo actoral (Emily Blunt clava a su personaje, que va siempre a rebufo de los acontecimientos, y no entiende la bajeza moral con la que trabajan los casos y Josh Brolin se lo pasa pipa con su personaje... Pero sobre todo destaco a Benicio del Toro, que saca petróleo de su personaje y lo convierte en algo memorable, por talento y presencia en pantalla) y con el trabajo de dirección, montaje y fotografía son tan espectaculares, que palidece un poco a su lado.

Este Sicario no deja de ser un divertimento, pero qué thriller. Que grandísima película nos ha dado Villeneuve. Y ya van...

Recomendabilísima.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Star Wars. El Despertar de la Fuerza (Star Wars. The Force Awakens, J.J. Abrams, 2015)



Llegó el momento. Después de un par de años de rumores, noticias, fotos, trailers, sports y un hype desmesurado, se estrena la nueva entrega de, quizás, la saga mítica (con permiso de El Padrino, James Bond y El Señor de los Anillos) por excelencia: Star Wars.

Y para mí, ha sido una decepción enorme. Tremendo. Total. No al nivel de los Episodio I, II y III, pero sí muy grande.

Esta nueva entrega de la serie olvida los mencionados y fatídicos primeros tres episodios, como si nunca hubieran ocurrido (lo cual es de agredecer, puesto que si la idea de base de las precuelas es magnífica, su desarrollo y ejecución fueron nefastas) y retoma la historia 32 años después de El Retorno del Jedi (Return of the Jedi, Richard Marquand, 1983), donde descubrimos que de las cenizas de El Imperio ha surgido la Primera Orden, que ñucha contra la República para controlar la galaxia, y la Resistencia intenta también derrotar a esta Primera Orden. Además, descubrimos que Luke Skywalker ha desaparecido y tanto la Resitencia como la Primera Orden están en una carrera para ver quien encuentra un mapa que llevaría hasta donde está Skywalker.

Sobre el papel pinta bien, peeeeeero resulta que lo que Disney y Abrams han acabado ofreciendo es un remake puro y duro del Episodio IV (Una Nueva Esperanza -Star Wars. A New Hope, George Lucas, 1977-), quizás debido almiedo en Disney de no fallar como lo hicieron las precuelas y porque, no lo olvidemos, se gastaron 4000 millones de dólares en 2012 para comprar LucasFilm.
Si bien desde un punto de vista comercial y corporativo entiendo esta decisión, desde un punto de vista puramente cinéfilo me parece de una cobardía enorme, más cuando lo han disfrazado de respeto hacia la trilogía clásica. Pero de tanto respeto, se han pasado de frenada, y todo se vuelve rutinario, porque lo hemos visto desde hace 40 años. Sí, tiene ritmo y aventura, y es muy entretenida, pero a nivel cinéfilo y de fan de Star Wars, me parece una decepción  tremenda, porque además, viendo que Lawrence Kasdan está implicado en el guión, me apena más todavía que hayan tirado por lo fácil y repitan esquemas.

Este problema de base del guión lastra toda la película, no sólo porque las secuencias clave no impresionan ni afectan como debieran (por ejemplo, la muerte de Han Solo a manos de su hijo, Kylo Ren... Y no lo hacen porque se ve venir de lejos, desde el inicio de secuencia qué va a ocurrir), sino porque además, acabas medio desconectando de la historia, por vista, y por ende porque carece de emoción, ni por supuesto tiene el sense of wonder de la trilogía original, ni esa épica que hacía de estas películas algo tan especial. Este esquema de repetición es verdad que es una esfera de confort que agradará a muchos, muchísimos espectadores, puesto que reconocerán y se identificarán con las situaciones, por conocidas y reconocidas, pero creo que a nivel artístico ha sido un error de partida garrafal. 
La batalla final, otro calco de la secuencia final de los Episodios IV y VI, sólo que sin la emoción de aquellas es otro claro ejemplo de la falta de alma que tiene esta cinta.

Jugar sobre seguro tiene esos inconvenientes, sobre todo cuando no calculas bien las consecuencias de ir sobre tan sobre seguro.

Además, otro de los problemas, y que, como digo, estando Kasdan al guión, no me esperaba eran, precisamente, agujeros de guión y "porque síes" bastante grandes. O eso, o han ocultado deliberadamente información al respecto, que es igual de tramposo:

- No hay información sobre esta Primera Orden. ¿Cómo surge? ¿Quién es el Líder Supremo Snoke? Si el Imperio había sido destruído, ¿Cómo tienen esa tecnología?

- La República... ¿No hace nada al respecto? ¿No tiene ningún tipo de control sobre ciertas zonas de la Galaxia? ¿No pudieron acabar con todo el Imperio? Porque no enterarse que la Primera Orden está excavando un planeta entero para fabricar un megacañón que se carga absorviendo la energía de los soles es de traca...

- La Resistencia... Si el Imperio había sido destruído, ¿Por qué seguía existiendo? Al surgir la Primera Orden, ¿La República no tiene una flota y/o ejército con el que poder enfrentar a la Primera Orden? ¿La Resistencia actúa de forma "paramilitar"?

- Kylo Ren se vuelve al Lado Oscuro... Pero no...Pero bueno, quizás sí... No sabemos qué le ocurrió, ni quién le llevó al Lado Oscuro (suponemos que Snoke... Pero claro, como no sabemos nada de Snoke...)

- El conflicto familiar entre Han Solo, Leia y Kylo Ren está totalmente desdibujado... Es apenas un boceto, con lo cual, no termiana de enganchar al espectador, y luego tampoco produce el mismo efecto cuando se produce la secuencia de la muerte de Solo.

- Luego hay cosas que bueno, ocurren porque les viene bien a Abrams y Kasdan para poder seguir avanzando la historia, como el sable laser de Skywalker, que está en la cantina donde van a parar Solo, Finn, Rey y Chewbacca, lo cual viene genial para poder justificar que Rey es algo más de lo que aparenta (que ya de por sí es una mecánica y piloto excepcional), y que también viene genial para justificar, en una secuencia posterior, que Rey descubre que la Fuerza está en ella y, así, sin entrenamiento, es capaz de empezar a usarla.

Luego tenemos varios errores de casting y personajes desaprovechadísimos, todo relacionado con nuevas incorporaciones, como la Capitana Phasma, que aparece por allí un par de minutos, y al final da igual que fuera ese personaje como el primer stormtrooper que pasara por alli. Cameron Poe es otro personaje muy desaprovechado, con cierto protagonismo los primeros 25 minutos para luego desaparecer y aparecer de nuevo en la batalla final. Va a ser el Han Solo de esta trilogía, pero Oscar Issacs se merece algo más.
Y como errores de casting hay que destacar a Kylo Ren (interpretado por Adam Driver) y el General Hux (interpretado por Domhall Gleeson). Si el error de casting con Kylo Ren es que Adam Driver no es capaz de transmitir ni infundir temor ni tiene las suficientes tablas para desarrollar los dilemas internos del personaje (y en parte porque el guión no le da nada con lo que trabajar), pues nos quedamos con un simple fanboy de Darth Vader, en vez de un oponente al que temer. Y lo mismo con Gleeson para interpretar al General Hux... ¿Dos pimpollos al mando del nuevo Imperio? ¿De verdad que no había nadie más? ¿Alguien que infundiera más respeto?.

En fin, una oportunidad perdida. 

No hacía falta tantas alforjas para el viaje que nos han propuesto.

Reportaje gráfico... La Puerta del Cielo (Digipack limitado a 1000 unidades)

Esta semana se ha puesto a la venta en España una de las mejores y más completas ediciones sobre un título mítico del cine USA: La puerta del Cielo (Heaven´s Gate, Michael Cimino, 1980), que supuso el hundimiento de la United Artist y el fin de una época en Hollywood, donde los directores eran los creadores y se respetaban todas sus iniciativas (y desmanes).

Esta edición incluye en un disco Blu Ray el montaje del director, de 216 minutos en V.O. subtitulada al castellano (La Aventura Audiovisual ha licenciado el máster de Criterion), un DVD con unos 180 minutos de extras, que incluyen un Q&A de Michael Cimino de unas dos horas de duración y el documental "Final cut", de unos 65 minutos) y otro DVD con el montaje estrenado en cines, todo presentado en un digipack con un certificado de lo limitada de la edición y un libreto de 64 páginas sobre la película.

La cinta es un desmesurado pero fascinante retrato de una época, finales del siglo XIX... Un western diferente y apasionante.