domingo, 2 de noviembre de 2014

Ali (Michael Mann, 2001)



Michael Mann es sinónimo de Épica. Así, com mayúsculas. Todas las historias que rueda, son y las hace épicas, a lo grande, bien de forma literal, por la propia naturaleza de la historia (El último mohicano) o simplemente porque las recubre de épica. 

Todo lo que le llama la atención es bigger than life, y sus personajes viven al límite, pasión por lo que hacen (boxear, atracar bancos, detener atracadores, asesinos a sueldo, etc...), y ese obstinamiento hace  que vayan al límite de lo humanamente comprensibles, inasequibles ante el desaliento. Never give up, o sigues o revientas, pase lo que pase, y los antagonistas van como dos locomotoras a todo trapo, predestinadas a chocar frente a frente. Esos antagonistas pueden ser dos personajes reales, de carne y hueso, o ideas, conceptos, como en El dilema o esta Ali: si el drama con empaque de thriller sobre la industria del tabaco es realmente la lucha de dos hombres contra el mundo, contra los poderes fácticos (las multinacionales y el capital), esta cinta sobre Classius Clay, más conocido como Muhammad Ali, es la lucha de un hombre (imperfecto, con defectos) por sus ideales, personales y religiosos.

La película cubre unos 12 años de la vida de Ali, desde los 22 a los 34 años, con algún pequeñísimo flashback de su niñez, en los que se dibua la situación social en la que se encontraba la población negra en USA en esos años, y que define parte d ela psicología y actitud del personaje a lo largo de la cinta. En esos años, ganó el campeonato del mundo de los pesos pesados, lo perdió por negarse a alistarse para ir a Vietnam y lo recuperó en un combate celebrado en Zaire. Entre medias, Mann nos describe a un mujeriego empedernido, como el mismo confiesa hacia el final de la película, en Zaire, y como su espeosa en esos momentos le reprocha con amargura, pero que a la vez es una persona muy comprometida con la lucha social de la población negra por sus derechos, y su relación con Malcolm X y su conversión al Islam.

Mann recubre la historia con un sentido de la épica excepcional, gracias a su buena labor como guionista, pero sobre todo a su dominio de la narración, dirección de actores, montaje y el trabajo fotográfico de Emmanuel Lubezki, lleno de imágenes poderosas (en esta cinta, Mann empieza a usar las cámaras digitale spara el rodaje de las secuencias nocturnas en ambientes de luz no controlables, como el interior del metro o el entrenamiento en una azotea, con esa mezcla de look tan polémica entre el digital y el celuloide del resto del metraje). Los combates están rodados de manera espectacular (combinando planos medios y generales con primerísimos planos, como si fuéramos parte de la pelea) y de una manera muy inteligente, ya que gracias a la planificación y montaje, somos conscientes de todo lo que ocurre en cada momento.

Uno de los alicientes de la cinta es la interpretación de Will Smith, en uno de sus papeles soñados (bueno, soñado por él y por cualquier actor de raza negra). Smith consiguió una nominación al Oscar al Mejor Actor por este papel, que en mi opinión, si bien es una interpretación muy esforzada, sabiendo el caramelito que tiene entre manos, le falta quizás ese plus que le daría haber conseguido una interpretación sublime. ¿Por qué? Porque Smith emula, imita a Ali, en vez de meterse en su piel y convertirse en él. Quizás el carisma de Smith no le llega para convertirse en alguien tan complejo con Ali.

En definitiva, un muy buen biopic, centrado en lo deportivo, pero que no descuida otros aspectos sociales y culturales que rodearon al personaje.

Una buena película.



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